De lo que vimos, vivimos y aprendimos
Nos llegó, como caída del cielo en forma de maldición
divina, ¡Penitenciagite! y nos
tuvimos que encerrar en nuestras casas para que no acabara con nosotros.
Aislamos a los contaminados en las residencias y nos aislamos, forrados con
bolsas de basura, de los que sí tuvieron fuerza suficiente para llegar a los
hospitales. ¡Vide cuando draco venturus
est a rodegarla el alma tuya! ¡La mortz est super nos! Escondimos los
cadáveres. ¡Ruega que vinga lo papa santo
a liberar nos a malo de tutte las peccata! La Santa Madre Ciencia inventó
unas vacunas express, a base de agua
bendita y mantras químicos, y pusimos todas nuestras esperanzas en ellas. ¡Ah, ah, vos pladse ista nigromancia de
Domini Nostri Iesu Christi! Asistimos al bochornoso espectáculo que dio la
comunidad internacional durante la Procesión de la Distribución del Santo
Remedio en las zonas internacionales de los aeropuertos y aún en las
nacionales, donde se dieron cita los instintos más bajos de la inhumanidad del
ser. Luego nos dieron un carnet y nos dejaron andar por la calle. ¡Et mesmo jois m’es dols y placer m’es
dolors… Cave il diablo! Semper m’aguaita en algún canto para adentarme las
tobillas! Y tuvimos que separar, por herejes, a los que no se lo dieron, por negacionistas y
adoradores del diablo. Hubo quién los acusó de asesinos y algunos fueron
señalados y maltratados públicamente. ¡Pero
Salvatore non est insapiens! Bonum monasterium, et qui si magna et si ruega
dominum nostrum. Et il resto valet un figo secco. Et amen. No? Por fin, las aguas volvieron a su cauce.
Hoy, con la mutación completada y el genotipo debidamente
alterado, surge un nuevo fenotipo que sin abandonar los hábitos del viejo modelo
se adorna con tintes de moralina pospandémica convirtiendo el episodio
dramático que vivimos en punto de referencia argumental. Ya no hay proyecto ni
empresa, de la que se pueda decir moderna, que no lo tenga en cuenta y que no
haga eslogan de las valiosas lecciones aprendidas. Vemos las mismas sonrisas en
los mismos trajes vendiéndonos los mismos productos, pero con el componente
sutil de la virulenta enseñanza, que junto con los biohabituales ecoprefijos no
solo ayuda a que se haga imprescindible en los nuevos hogares sino que además convierten
el gasto en inversión y su uso cotidiano en el camino indiscutible hacia un
mundo mejor, apelando a una especie de nuevo Tao del consumidor consciente, que sin eliminar los viejos hábitos
que nos trajeron hasta este punto nos conduce milagrosamente hacia la salvación
con solo cambiar de marca.
Por otra parte, el verdadero camino hacia el mundo mejor,
el que exige esfuerzo y provoca víctimas, el que en sí mismo ya constituye el único
mundo mejor que podremos lograr, las nobles intenciones de siempre se han visto
reforzadas por una epidemia que nos dejó ver lo bueno de que el ser humano se
recluya en casa y deje el mundo en paz aunque solo sea durante intervalos
cortos de tiempo, esto supone un empujón en la conciencia colectiva desinteresada
como se puede ver por la proliferación de proyectos como los replanteamientos
energéticos que propone la Amiga de la
Tierra, Vanessa Álvarez, a través de sus Comunidades Energéticas
gestionadas directamente por los usuarios —algo así como la cooperativa de
supermercados La Osa, quiero
suponer, pero a nivel energético— o la urgencia de una conciencia ecológica
general, de la que ya se ocupan numerosas organizaciones, que empiece de una
vez a impregnarse en las limitadas mentes de nuestros representantes y que a
día de hoy, en Madrid, se escucha a gritos de ¡no a la tala! mientras que en
Honduras se cobra las vidas de Aly Domínguez y Jairo Bonilla en un turbio
asunto millonario, energético e internacional, como no puede ser de otra manera,
llamado esta vez Agua Zarca, suceso trágico
y lamentable, pero que junto con todos los
demás que a día de hoy se encuentran en activo, revelan el fondo de humanidad que ha de dirigir nuestros actos y nuestros
propósitos; el espíritu de ayuda y servicio inherente a nuestra condición
natural, bien sabida, por cierto, desde tiempo inmemorial, y revelada de nuevo
por la tragedia del COVID que nos mostró, a las bravas, como acostumbra la
Divinidad, la condición efímera propia de la existencia.
Vimos como se extenuaron los médicos, trabajando sin descanso mientras veían contagiarse y morir a sus propios compañeros. Vimos como los ciudadanos daban salida a sus emociones contenidas reivindicando a golpes de cacerola dicho sacrificio y denunciando al cielo la exasperante inhumanidad de la que es capaz el ser político. Y vimos, también, como poco después todo esto caía en el olvido.
¡Penitenciagite!
Vimos la esencia del ser humano porque vimos que cuando parece estar todo perdido y que ya nada se puede hacer, el simple acto de ayudar a un vecino enfermo nos proporcionaba un estado de plenitud desconocida. Ayudar y servir es nuestra naturaleza sin disfraz. La plenitud, el estado natural del ser. La naturaleza, el ser en su estado completo. Yo ayudo a los míos, tú a los tuyos y él a los suyos y entre míos, tuyos y suyos estamos todos, y, todos, ayudamos a nuestro entorno, que no es otra cosa que nuestra parte externa, así es como sobrevive la unidad. En el exceso y la opulencia las relaciones humanas se dirigen a través de la soberbia, la avaricia, la lujuria, la ira, la gula, la envidia y la pereza, que con suerte, en la pequeña parte civilizada del mundo, —no digamos en la otra—, se mantienen en estado latente, camufladas entre fórmulas de cortesía, reprimidas por el miedo a las consecuencias.
¡Penitenciagite!
Parece ser que hace falta una catástrofe de proporciones bíblicas de tanto en tanto para ponernos delante de los ojos al ser humano al desnudo, tal y como es, que provoque un ejercicio de recapitulación. Pero poner delante de los ojos y ver son cosas muy diferentes, no digamos ya aprender de ellas, se necesita la humildad del reconocimiento de haber estado equivocado, y de esto, que no es más que el primer paso, ya casi nadie es capaz.
¡Penitenciagite!
¡Vide cuando draco venturus est a rodegarla el alma tuya! ¡La mortz est super nos! ¡Ruega que vinga lo papa santo a liberar nos a malo de tutte las peccata! Etc.
Tan impresionante, cómo cierto!
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